domingo, 13 de septiembre de 2015

::::...Dios no se olvida de ti...::::


Sientes que tu clamor no ha sido escuchado y que ya es demasiado tarde para remediar la situación que ahora enfrentas; has orado y nada; la respuesta no viene y aparentemente las esperanzas están totalmente perdidas. Pero una vez más, Dios te recuerda que a lo largo de tu vida, es Él quien te ha venido abriendo caminos donde tu creías que ya no había posibilidades; y que así como lo hizo en el pasado, también lo puede hacer actualmente, no porque lo merezcas sino por su pura misericordia.

Dios es capaz de mover circunstancias naturales o personales, aunque en este momento no entiendas por qué suceden; es capaz de hacer cambios radicales y favorables que te permitan avanzar en contra de toda especulación. Es Dios quien te abre caminos donde no los hay.

Todo lo que está sucediendo hoy es para que aprendas a depender de Él, aunque las esperanzas estén totalmente perdidas, aunque haya expirado el plazo que te diste para la solución de tu problema; mientras tanto no reniegues, no temas ante lo que pueda venir, pues al final comprenderás que todo es para tu bien.

Ignora las voces de todos aquellos que quieren desmotivarte, que quieren destruir tu fe, que te aseguran hoy que todo está perdido, que ya no hay nada más que hacer.

Pon en las manos de Dios todas las áreas de tu vida, si lo haces, las adversidades no te afectarán, porque Su presencia continua estará velando y obrando a tu favor. Nada sucederá por casualidad, todo tendrá un propósito. Dios tiene una forma de actuar, muy distinta a la nuestra, como así también tiene su propio tiempo, Su poder es capaz de operar profundas transformaciones aún más allá de nuestra lógica.

Así es, aunque todo parezca terminar contigo y por el momento no vislumbres ninguna perspectiva, espera y soporta todo aquello que parezca demoledor para tus ilusiones. Tu situación cambiará, no como la imaginaste, sino mucho mejor.

Para Dios, el tiempo es imprescindible para que puedas desarrollar: fe, templanza, paciencia y capacidades, para que tengas la firme convicción de que sin Él no podrás ir a ninguna parte, ni hacer absolutamente nada. Nunca es tarde, aún cuando veas que el tiempo pasa y no hay respuesta.


«Descansa en Dios y en Sus promesas, hoy tu vida puede ser un calvario, pero muy pronto vas a sonreír y verás que el ayer fue necesario para disfrutar el presente, porque Dios no se olvida de ti»

viernes, 31 de julio de 2015

¿De qué murió la Virgen María?

¿La Virgen María murió? ¿Dónde? ¿Existe su sepulcro? ¿Debemos rendirle culto? 


Por: Alegrate Reina del Cielo | Fuente: Catholic.net


Royo Marín responde así a la pregunta: "No parece que muriera de enfermedad, ni de vejez muy avanzada, ni por accidente violento (martirio), ni por ninguna otra causa que por el amor ardentísimo que consumía su corazón."

No creamos que esta afirmación de que el amor a Dios haya sido la causa del fallecimiento (¿o desfallecimiento?) de María, es una ilusión poética, producto de una piedad ingenua y entusiasta para con la Santísima Virgen. No. Esta enseñanza se funda en testimonios de los Santos Padres, quienes dejaron traslucir con frecuencia su pensamiento sobre este particular.

El Padre Joaquín Cardoso, S. J. cita a San Alberto Magno: "Creemos que murió sin dolor y de amor». Nos asegura, además, que a San Alberto siguen otros como el Abad Guerrico, Ricardo de San Lorenzo, San Francisco de Sales, San Alfonso María de Ligorio y otros muchísimos."

Y veamos qué nos dice Juan Pablo II sobre las causas de la muerte de la Madre de Dios: "Más importante es investigar la actitud espiritual de la Virgen en el momento de dejar este mundo." Entonces se apoya en San Francisco de Sales, quien considera que la muerte de María se produjo como un ímpetu de amor. En el Tratado del Amor de Dios habla de una muerte "en el Amor, a causa del Amor y por Amor" (Tratado del Amor de Dios, Lib. 7, 12-14; JP II, 25-junio-99.)

Royo Marín cita a Alastruey, quien en su Tratado de la Virgen Santísima afirma: "La Santísima Virgen acabó su vida con muerte extática, en fuerza del divino amor y del vehemente deseo y contemplación intensísima de las cosas celestiales."

Es nuevamente Juan Pablo II quien aclara aún más este punto: "Cualquiera que haya sido el hecho orgánico y biológico que, desde el punto de vista físico, le haya producido la muerte, puede decirse que el tránsito de esta vida a la otra fue para María una maduración de la gracia en la gloria, de modo que nunca mejor que en este caso la muerte pudo concebirse como una dormición."

Luego basándose en la tradición para tratar este tema, el Papa nos aclara aún más este maravilloso suceso:

"Algunos Padres de la Iglesia describen a Jesús mismo que va a recibir a su Madre en el momento de la muerte, para introducirla en la gloria celeste. Así, presentan la muerte de María como un acontecimiento de amor que la llevó a reunirse con su Hijo Divino, para compartir con Él la vida inmortal. Al final de su existencia terrena habrá experimentado, como San Pablo -y más que él- el deseo de liberarse del cuerpo para estar con Cristo para siempre." (JP II, 25-junio-97)

Otro ilustre Mariólogo, Garriguet, también citado por Royo Marín, nos describe más detalles sobre la vida y la dormición de la Madre de Dios: "María murió sin dolor, porque vivió sin placer; sin temor, porque vivió sin pecado; sin sentimiento, porque vivió sin apego terrenal. Su muerte fue semejante al declinar de una hermosa tarde, como un sueño dulce y apacible; era menos el fin de una vida que la aurora de una existencia mejor. Para designarla la Iglesia encontró una palabra encantadora: la llama sueño o dormición de la Virgen."

Pero es el elocuentísimo predicador francés del Siglo XVI-XVII, Bossuet, Obispo de Meaux, quien en su Sermón Segundo sobre la Asunción de María nos describe con los más bellos detalles qué significa morir de amor y cómo fue este maravilloso pasaje de la vida de la Madre de Dios:

"El amor profano es quejumbroso y está diciendo siempre: languidezco y muero de amor. Pero no es sobre este fundamento en el que me baso para haceros ver que el amor puede dar la muerte. Quiero establecer esta verdad sobre una propiedad del Amor Divino.

Digo, pues, que el Amor Divino, trae consigo un despojamiento y una soledad inmensa, que la naturaleza no es capaz de sobrellevar; una tal destrucción del hombre entero y un aniquilamiento tan profundo en nosotros mismos, que todos los sentidos son suspendidos. Porque es necesario desnudarse de todo para ir a Dios, y que no haya nada que nos retenga. Y la raíz profunda de tal separación es esos tremendos celos de Dios, que quiere estar solo en un alma, y no puede sufrir a nadie más que a Sí mismo, en un corazón que quiere amor. (Amarás a Dios sobre todas las cosas. Si alguno ama a su padre o a su madre o a sus her-manos más que a Mí, no es digno de Mí)."

"Ya podemos comprender esta soledad inmensa que pide un Dios celoso. Quiere que se destruya, que se aniquile todo lo que no es El. Y, sin embargo, se oculta y no da a ninguno un punto de donde asirlo materialmente, de tal modo que el alma, desprendida por una parte de todo, y por otra, no encontrado aquí el medio de poseer a Dios efectivamente, cae en debilidades y desfallecimientos inconcebibles. Y cuando el amor llega a su perfección, el desfallecimiento llega hasta la muerte, y el rigor hasta perder la vida."

«Y he aquí lo que da el golpe mortal: es que el corazón despojado de todo amor superfluo, es atraído con fuerza al solo Bien necesario, con una fuerza increíble y, no encontrándolo, muere de congoja. `El hombre insensato´ -dice San Pablo- `no entiende estas cosas y el sensual no las concibe; pero nosotros hablamos de la sabiduría entre los perfectos y explicamos a los espirituales los misterios del espíritu´. Digo, pues, que el alma, desprendida de todo anhelo de lo superfluo, es impulsada y atraída hacia Dios con una fuerza infinita, y es esto lo que le da la muerte; porque, de un lado, se arranca de todos los objetos sensibles, y por otro, el objeto que busca es tan inaccesible aquí, que no puede alcanzarlo. No lo ve sino por la fe, es decir: no lo ve; no lo abraza, sino en medio de sombras y como a través de las nubes, es decir, que no tiene de dónde asirlo. Y el amor frustrado se vuelve contra sí mismo y se hace a sí mismo insoportable.»

«Yo he querido daros alguna idea del amor de la Santísima Virgen durante los días de su destierro y la cautividad de su vida mortal. No, no; los Serafines mismos no pueden entender, ni dignamente explicar, con qué fuerza era atraída María a su Bien Amado, ni con qué violencia sufría su corazón en esta separación. Si jamás hubo algún alma tan penetrada de la Cruz y de este espíritu de destrucción santa, fue la Virgen María. Ella estaba, pues, siempre muriendo, siempre llamando a su Bien Amado con un anhelo mortal».

«No busquéis, pues, almas santas, otra causa de la muerte de la Santa Virgen. Su amor era tan ardiente, tan fuerte, tan inflamado, que no lanzaba un suspiro que no debiera romper todas las ligaduras de esta vida mortal; no enviaba un deseo al Cielo que no hubiera debido arrastrar consigo su alma entera. Os he dicho antes, cristianos, que su muerte fue milagrosa, pero me veo obligado a cambiar de opinión: su muer-te no fue el milagro, el milagro estuvo en la suspensión de esa muerte, en que pudiera vivir separada de su Bien Amado. Vivía, sin embargo, porque esa era la determinación de Dios, para que fuese conforme con Jesucristo su Hijo crucificado por el martirio insoportable de una larga vida, tan penosa para Ella, como ne-cesaria para la Iglesia. Pero como el Divino Amor reinaba en su corazón sin ningún obstáculo, iba de día en día aumentándose sin cesar por el ejercicio, creciendo y desarrollándose por sí mismo, de modo que al fin llegó a tal perfección, que la tierra ya no era capaz de contenerla. Así, no fue otra causa de la muerte de María que la vivacidad de su amor».

«Y esta alma santa y bienaventurada atrae consigo a su cuerpo a una resurrección anticipada. Porque, aun-que Dios ha señalado un término común a la resurrección de todos los muertos, hay razones particulares que le obligan a avanzar ese término en favor de la Virgen María». (Bossuet, citado por el Padre Joaquín Cardozo S. J. en La Asunción de María Santísima).

martes, 21 de julio de 2015

Para rezar...un cirio encendido

"Ea, hombrecillo, deja un momento tus ocupaciones habituales; entra un instante en ti mismo, lejos del tumulto de tus pensamientos. Arroja fuera de ti las preocupaciones agobiantes; aparta de ti tus inquietudes trabajosas. Dedícate algún rato a Dios y descansa siquiera un momento en su presencia. Entra en el aposento de tu alma; excluye todo, excepto Dios y lo que pueda ayudarte para buscarle; y así, cerradas todas las puertas, ve en pos de él." (San Anselmo)

domingo, 21 de junio de 2015

"¿Si Dios viste así la hierba de los campos, no hará mucho más por vosotros, hombres de poca fe?"

Cojo hoy en nombre de Dios la pluma, para que mis palabras al estamparse en el blanco papel sirvan de perpetua alabanza al Dios bendito, autor de mi vida, de mi alma y de mi corazón. Quisiera que el universo entero, con todos los planetas, los astros todos y los innumerables sistemas siderales, fueran una inmensa superficie tersa donde poder escribir el nombre de Dios. Quisiera que mi voz fuera más potente que mil truenos, y más fuerte que el ímpetu del mar, y más terrible que el fragor de los volcanes, para sólo decir, Dios. Quisiera que mi corazón fuera tan grande como el cielo, puro como el de los ángeles, sencillo como la paloma, para en él tener a Dios. Mas ya que toda esa grandeza soñada no se puede ver realizada, conténtate, hermano Rafael, con lo poco, y tú que no eres nada, la misma nada te debe bastar...

¡El que tiene a Dios! ¡Sí!, ¿por qué callarlo?... ¿Por qué ocultarlo? ¿Por qué no gritar al mundo entero, y publicar a los cuatro vientos, las maravillas de Dios? ¿Por qué no decir a las gentes, y a todo el que quiera oírlo?... ¿Ves lo que soy?... ¿Veis lo que fui? ¿Veis mi miseria arrastrada por el fango?... Pues no importa, maravillaos, a pesar de todo, yo tengo a Dios..., Dios es mi amigo..., que se hunda el sol, y se seque el mar de asombro..., Dios a mí me quiere tan entrañablemente, que si el mundo entero lo comprendiera, se volverían locas todas las criaturas y rugirían de estupor. Más aún... todo eso es poco. Dios me quiere tanto que los mismos ángeles no lo comprenden.

¡Qué grande es la misericordia de Dios! ¡Quererme a mí..., ser mi amigo..., mi hermano..., mi padre, mi maestro..., ser Dios y ser yo lo que soy!...

¡Ah!, Jesús mío, no tengo papel ni pluma. ¡Qué diré!... ¿Cómo no enloquecer?...

San Rafael Arnáiz Barón (1911-1938), monje trapense español 
Escritos espirituales, Dios y mi alma 04/03/1938 

lunes, 8 de junio de 2015

¿Es lo mismo recibir la comunión en la mano que en la boca?

P. Jon M. de Arza, IVE.


En primer lugar, algunas normas. El primer documento de la Santa Sede que habla de la comunión en la mano es la Instrucción Memoriale Domini, de la Sagrada Congregación para el Culto Divino, 29 de mayo de 1969; más tarde, la Instrucción Immensae caritatis, 29 de enero de 1973; el Ritual de la sagrada comunión y del culto a la Eucaristía fue-ra de la misa, y una carta del 3 de abril de 1985, publicada por la Congregación para el Culto divino en la que se expresan las condiciones para dicha práctica.
Por su parte, la Institutio Generalis Missalis Romani, recogiendo las normas antedichas, regla lo si-guiente:
«161. Si Communio sub specie tantum panis fit, sacerdos hostiam parum elevatam unicuique os-tendit dicens: Corpus Christi. Communicandus respondet: Amen, et Sacramentum recipit, ore vel, ubi concessum sit, manu, pro libitu suo. Communicandus statim ac sacram hostiam recipit, eam ex integro consumit». Es decir, en principio, la Comunión se recibe en la boca, pero, donde sea concedido (por la Conferencia Episcopal), puede el fiel, a elección, comulgar recibiendo la hostia en la mano. En cambio, cuando la Comunión se recibe «por intinción» (esto es, bajo ambas especies, mojando la hostia en el Cáliz), obviamente, sólo puede recibirse en la boca (Cf. IGMR, 287).
La Instrucción Redemptionis sacramentum, de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos (25/03/2004: AAS 96 (2004) 549-601), señala lo siguiente:
 [92.] Aunque todo fiel tiene siempre derecho a elegir si desea recibir la sagrada Comunión en la boca, si el que va a comulgar quiere recibir en la mano el Sacramento, en los lugares donde la Conferencia de Obispos lo haya permitido, con la confirmación de la Sede Apostólica, se le debe administrar la sagrada hostia. Sin embargo, póngase especial cuidado en que el comulgante consuma inmediatamente la hostia, delante del ministro, y ninguno se aleje teniendo en la mano las especies eucarísticas. Si existe peligro de profanación, no se distribuya a los fieles la Comunión en la mano.
 [93.] La bandeja para la Comunión de los fieles se debe mantener, para evitar el peligro de que caiga la hostia sagrada o algún fragmento.
 [94.] No está permitido que los fieles tomen la hostia consagrada ni el cáliz sagrado «por sí mismos, ni mucho menos que se lo pasen entre sí de mano en mano». En esta materia, además, debe suprimirse el abuso de que los esposos, en la Misa nupcial, se administren de modo recíproco la sagrada Comunión.
De aquí podemos deducir que el recibir la Comunión en la mano es una excepción allí “donde la Conferencia de Obispos lo haya permitido, con la confirmación de la Sede Apostólica”.
Por distintos motivos, creemos que es más conveniente recibirla en la boca, en primer lugar, porque el riesgo de profanación es mucho menor, por eso se dice que “si existe peligro de profanación, no se distribuya a los fieles la Comunión en la mano”; en segundo lugar, para impedir que queden partículas en la mano, lo cual se quiere evitar al máximo cuando se da en la boca, poniendo el uso de la bandeja; en tercer lugar, por reverencia al Sacramento. El sacerdote, aunque indigno, tiene sus manos consagradas con el crisma y es ministro ordinario de la Eucaristía, a quien compete por oficio “dar lo sagrado”.
Es cierto que antiguamente se recibía la Comunión en la mano, la cual debía presentarse como un trono que recibía a Cristo, y se comulgaba con mucha reverencia: «Cuando te acerques (a recibir el Cuerpo del Señor), no lo hagas con las palmas de las manos extendidas ni con los dedos separados, sino haciendo de tu mano izquierda como un trono para tu derecha, que ha de recibir al Rey, y luego con la palma de la mano forma un recipiente (cavidad), recoge el cuerpo del Señor y di “Amén”. En seguida, santifica con todo cuidado tus ojos con el contacto del sagrado Cuerpo y súmele, pero ten cuidado que no se te caiga nada; pues lo que se te cayese, lo perderás como de los propios miembros. Dime: si alguno te hubiera dado polvos de oro, ¿no lo guardarías con todo esmero y tendrías cuidado de que no se te cayese ni perdiese nada? Y ¿no debes cuidar con mucho mayor esmero que no se te caiga ni una miga de lo que es más valioso que el oro y las perlas preciosas?» (SAN CIRILO DE JERUSALÉN, Catequesis Mystagogicas, V, 21ss).
Incluso, en las misas dominicales se llevaba el Santísimo para comulgar durante la semana, teniendo en cuenta que no había Misa todos los días (Cf. J. A. JUNGMANN, El Sacrificio de la Misa, BAC, Ma-drid, 1961, vol II, 1066-1067), pero no por antigua, una práctica debe ser estimada como mejor y más conveniente para nuestros tiempos.
Mons. Ranjith, secretario de la Congregación para el Culto Divino, ha afirmado recientemente que «el Santo Padre habla a menudo de la necesidad de salvaguardar el sentido de la “alteridad” en cada expresión de la liturgia. El gesto de tomar la Sagrada Hostia y, en lugar de recibirla, ponerla en la boca nosotros mismos, reduce el profundo significado de la Comunión» (La Repubblica, 31/07/2008). La Eucaristía es un don, y esto se pone mejor de manifiesto cuando se la recibe directamente en la boca. Así se muestra la delicadeza con la que Dios (a través del sacerdote, como un padre que da de comer a sus hijos), nos ali-menta con el mismo Pan de los ángeles.

La Misericordia Divina


— La misericordia de Dios es infinita, eterna y universal.

— La misericordia supone haber cumplido previamente con la justicia, y va más allá de lo que exige esta virtud.

— Frutos de la misericordia.

I. San Pablo llama a Dios Padre de las misericordias1, designando su infinita compasión por los hombres, a quienes ama entrañablemente. Pocas otras verdades están tan insistentemente repetidas, quizá, como esta: Dios es infinitamente misericordioso y se compadece de los hombres, de modo particular de aquellos que sufren la miseria más profunda, el pecado. En una gran variedad de términos e imágenes –para que los hombres lo aprendamos bien–, la Sagrada Escritura nos enseña que la misericordia de Dios es eterna, es decir, sin límites en el tiempo2; es inmensa, sin limitación de lugar ni espacio; es universal, pues no se reduce a un pueblo o a una raza, y es tan extensa y amplia como lo son las necesidades del hombre.

La encarnación del Verbo, del Hijo de Dios, es prueba de esta misericordia divina. Vino a perdonar, a reconciliar a los hombres entre sí y con su Creador. Manso y humilde de corazón, brinda alivio y descanso a todos los atribulados3. El Apóstol Santiago llama al Señor piadoso y compasivo4. En la Epístola a los Hebreos, Cristo es el Pontífice misericordioso5; y esta actitud divina hacia el hombre es siempre el motivo de la acción salvadora de Dios6, que no se cansa de perdonar y de alentar a los hombres hacia su Patria definitiva, superando las flaquezas, el dolor y las deficiencias de esta vida. «Revelada en Cristo la verdad acerca de Dios como Padre de la misericordia, nos permite “verlo” especialmente cercano al hombre, sobre todo cuando sufre, cuando está amenazado en el núcleo mismo de su existencia y de su dignidad»7. Por eso, la súplica constante de los leprosos, ciegos, cojos... a Jesús es: ten misericordia8.

La bondad de Jesús con los hombres, con todos nosotros, supera las medidas humanas. «Aquel hombre que cayó en manos de los ladrones, que lo desnudaron, lo golpearon y se fueron dejándolo medio muerto, Él lo reconfortó, vendándole las heridas, derramando en ellas su aceite y vino, haciéndole montar sobre su propia cabalgadura y acomodándolo en el mesón para que tuvieran cuidado de él, dando para ello una cantidad de dinero y prometiendo al mesonero que, a la vuelta, le pagaría lo que gastase de más»9. Estos cuidados los ha tenido con cada hombre en particular. Nos ha recogido malheridos muchas veces, nos ha puesto bálsamo en las heridas, las ha vendado... y no una, sino incontables veces. En su misericordia está nuestra salvación; como los enfermos, los ciegos y los lisiados, también debemos acudir nosotros delante del Sagrario y decirle: Jesús, ten misericordia de mí... De modo particular, el Señor ejerce su misericordia a través del sacramento del Perdón. Allí nos limpia los pecados, nos acoge, nos cura, lava nuestras heridas, nos alivia... Es más, en este sacramento nos sana plenamente y recibimos nueva vida.

II. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia10, leemos en el Evangelio de la Misa. Hay una especial urgencia por parte de Dios para que sus hijos tengan esa actitud con sus hermanos, y nos dice que la misericordia con nosotros guardará proporción con la que nosotros ejercitamos: con la medida con que midiereis seréis medidos11. Habrá proporción, no igualdad, pues la bondad de Dios supera todas nuestras medidas. A un grano de trigo corresponderá un grano de oro; a nuestro saco de trigo, un saco de oro. Por los cincuenta denarios que perdonamos, los diez mil talentos (una fortuna incalculable) que nosotros debemos a Dios. Pero si nuestro corazón se endurece ante las miserias y flaquezas ajenas, más difícil y estrecha será la puerta para entrar en el Cielo y para encontrar al mismo Dios. «Quien desee alcanzar misericordia en el Cielo debe él practicarla en este mundo. Y por esto, ya que todos deseamos la misericordia, actuemos de manera que ella llegue a ser nuestro abogado en este mundo, para que nos libre después en el futuro. Hay en el Cielo una misericordia, a la cual se llega a través de la misericordia terrena»12.

En ocasiones, se pretende oponer la misericordia a la justicia, como si aquella apartara a un lado las exigencias de esta. Se trata de una visión equivocada, pues hace injusta a la misericordia, siendo así que es la plenitud de la justicia. Enseña Santo Tomás13 que cuando Dios obra con misericordia –y cuando nosotros le imitamos– hace algo que está por encima de la justicia, pero que presupone haber vivido antes plenamente esta virtud. De la misma manera que si uno diera doscientos denarios a un acreedor al que solo debe cien no obra contra la justicia, sino que –además de satisfacer lo que es justo– se porta con liberalidad y misericordia. Esta actitud ante el prójimo es la plenitud de toda justicia. Es más, sin misericordia se termina por llegar a «un sistema de opresión de los más débiles por los más fuertes» o a «una arena de lucha permanente de los unos contra los otros»14.

Con la justicia sola no es posible la vida familiar, ni la convivencia en las empresas, ni en la variada actividad social. Es obvio que, si no se vive la justicia primero, no se puede ejercitar la misericordia que nos pide el Señor. Pero después de dar a cada uno lo suyo, lo que por justicia le pertenece, la actitud misericordiosa nos lleva mucho más lejos: por ejemplo, a saber perdonar con prontitud los agravios (en ocasiones imaginarios, o producidos por la propia falta de humildad), a ayudar en su tarea a quien ese día tiene un poco más de trabajo o está más cansado, a dar una palabra de aliento a quien tiene una dificultad o se le ve más preocupado o inquieto (puede ser la enfermedad de un familiar, un tropiezo en un examen, un quebranto económico...), prestarnos para realizar esos pequeños servicios que tan necesarios son en toda convivencia y en todo trabajo en común...

III. Por muy justas que llegaran a ser las relaciones entre los hombres, siempre será necesario el ejercicio cotidiano de la misericordia, que enriquece y perfecciona la virtud de la justicia. La actitud misericordiosa se ha de extender a necesidades muy diversas: materiales (comida, vestido, salud, empleo...), de orden moral (facilitar a nuestros amigos el que se confiesen, combatir la gran ignorancia acerca de las verdades más elementales de la fe enseñando el Catecismo, colaborando en una tarea de formación...). La misericordia es, como dice su etimología, una disposición del corazón que lleva a compadecerse, como si fueran propias, de las miserias que encontramos cada día. Por eso, en primer lugar debemos ejercitarnos en la comprensión con los defectos ajenos, en mantener una actividad positiva, benevolente, que nos dispone a pensar bien, a disculpar fácilmente fallos y errores, sin dejar de ayudar en la forma que resulte más oportuna. Actitud que nos lleva a respetar la igualdad radical entre todos los hombres, pues son hijos de Dios, y las diferencias y peculiaridades de cada personalidad. La misericordia supone una verdadera compasión, el compartir efectivamente las desdichas de nuestros hermanos, tanto materiales como espirituales.

El Señor hizo de esta bienaventuranza el camino recto para alcanzar la felicidad en esta vida y en la otra. «Es como un hilillo de agua fresca que brota de la misericordia de Dios y que nos hace participar de su misma felicidad. Nos enseña, mucho mejor que los libros, que la verdadera felicidad no consiste en tomar y poseer, en juzgar y tener razón, en imponer la justicia a nuestro modo, sino más bien en dejarnos tomar y asir por Dios, en someternos a su juicio y a su justicia generosa, en aprender de Él la práctica cotidiana de la misericordia»15. Entonces comprendemos que hay más gozo en dar que en recibir16. Un corazón compasivo y misericordioso se llena de alegría y de paz. Así alcanzamos también esa misericordia que tanto necesitamos; y se lo deberemos a aquellos que nos han dado la oportunidad de hacer algo por ellos mismos y por el Señor. San Agustín nos dice que la misericordia es el lustre del alma, la enriquece y la hace aparecer buena y hermosa17.

Al terminar este rato de oración, acudimos a nuestra Madre Santa María, pues Ella «es la que conoce más a fondo el misterio de la misericordia divina. Sabe su precio y sabe cuán alto es. En este sentido la llamamos también Madre de la misericordia»18.

Aunque ya tengamos abundantes pruebas de su amor maternal por cada uno de nosotros, podemos decirle a la Santísima Virgen: Monstra te esse matrem!19, muestra que eres madre, y ayúdanos a mostrarnos como buenos hijos tuyos y hermanos de todos los hombres.

1 Primera lectura de la Misa. Año I, 2 Cor 1, 1-7. — 2 Sal 100. — 3 Mt 11, 28. — 4 Sant 5, 11. — 5 Heb 2, 17. — 6 Tit 2, 11; 1 Pdr 1, 3. — 7 Juan Pablo II, Enc. Dives in misericordia, 30-XI-1980, 2. — 8 Mt 9, 27; 14, 20; 15, 22; 20, 30; Mc 10, 47; Lc 17, 13. — 9 San Máximo de Turín, Carta 11. — 10 Mt 5, 7. — 11 Mt 7, 2. — 12 San Cesáreo de Arlés, Sermón 25. — 13 Santo Tomás, Suma Teológica, 1, q. 21, a. 3, ad 2. — 14 Juan Pablo II, o. c., 14. — 15 S. Pinckaers, En busca de la felicidad, Palabra, Madrid 1981, pp. 126-127. — 16 Cfr. Hech 20, 35. — 17 Cfr. San Agustín, en Catena Aurea, vol. I, p. 48. — 18 Juan Pablo II, o. c., 9. — 19 Liturgia de las Horas, Segundas Vísperas del Común de la Virgen, Himno Ave, maris stella.

Fuente: Meditación del día de Hablar con Dios del Padre Francisco Fernández-Carvajal

viernes, 5 de junio de 2015

Orar con Santa Mariam de Jesús Crucificado

Salmo de contemplación

¿Con qué puedo compararme, Señor?
con los pajaritos implumes en su nido,
si el padre y la madre no les dan su alimento
mueren de hambre.
Así mi alma, Señor
sin Ti,
no tengo apoyo,
no puedo vivir.
¿Con qué me compararé, Señor?
Con un pequeño grano de trigo, sepultado en tierra.
si el rocío no lo alimenta
y el sol no lo calienta
el grano se marchita y muere.
Pero si Tú lo regalas
con la dulzura del rocío
y el calor de tu Sol
de la pequeña semilla
plena de linfa y de vigor
brotarán raíces
y germinará un tallo
fuerte en frutos abundante.
¿Con qué me compararé, Señor?
Con una rosa cortada
que al instante en la mano se marchita
y pierde su aroma.
Pero unida a su tallo
permanece fresca y brillante
intacta en su aroma.
Guárdame en Ti, Señor,
y comunícame tu Vida!...
¿Con qué te compararé, Señor?
Con la paloma que proporciona alimento a sus pequeños,
con una tierna madre
que alimenta a su criatura".

martes, 2 de junio de 2015

Desde una almena

Algunos de nosotros, y me refiero a quienes hacemos y leemos este blog y otros similares, tenemos una gracia particular: estamos relativamente apartados de la profundidad del Mal que se asienta en la sociedad y la Iglesia. Yo creo que Dios ha concedido esa gracia a los más débiles, a quienes no podríamos resistir las tentaciones y las trampas que a cada paso nos tendería el Enemigo con mucha mayor virulencia de lo que lo hace ahora.
Me refiero, concretamente, a quienes vamos regularmente desde hace años a la Misa Tradicional -sea lefe o no-, o a misa novus ordo decente y celebrada con unción, y nos mantenemos a prudente distancia de las actividades de parroquiales. Ese sano ambiente eclesial que nos rodea nos impide ver la realidad que se extiende al 98% de la Iglesia: comunidades que difícilmente calificaría yo de católicas. Y cuando nos asomamos a ese abismo, recordamos la expresión de San Atanasio: “Ellos tienen los templos, pero nosotros tenemos la fe”.
Pero otro tanto sucede con respecto al mundo. La mayoría de nosotros hemos sido también preservados con una gracia especial: estamos rodeados de familias y amigos que funcionan como una muralla firme que nos defiende de los ataques permanentes y crudelísimos del espíritu del Mal que hoy, más que nunca, se ha apoderado del Mundo. No digo que permanezcamos indemnes. Más de una vez nos alcanza una flecha negra y envenenada de los orcos que sitian la ciudadela pero, en general y por el momento, podemos permanecer dentro y resistir. Si no fuera por esas fuertes murallas hace rato que hubiésemos perecido.
Sin embargo, este vivir dentro del castillo tiene un riesgo: creer que la vida que llevamos es la del común de los habitantes de este mundo sublunar y olvidarnos que, en realidad, no es más que uno de los últimos reductos que quedan de la Cristiandad. Y por eso, a veces es saludable asomarse por algunas de las almenas y observar el campamento de los orcos.
Recibí ayer un comentario que me impresionó: creo que es de alguien que se asemeja bastante a un héroe. Es alguien que, por sus obligaciones, debe salir todos los días y pasearse por los nauseabundos asentamientos de los enemigos, y volver luego, como puede, a la ciudadela. Y resiste. Conozco muchos casos como los de él. Son los hombres fuertes.
Este es su comentario:

Esta entrada de Tollers, me hizo pensar en mis jóvenes compañeros y compañeras de oficina (veinteañeros, clase media, secundario aprobado, en general con dominio del inglés, cursando alguna carrera universitaria, con algún viaje al extranjero). Y mi comentario podría bien llamarse, “Por qué 'La Cámpora' jamás será Montoneros”.
No quiero ser demasiado duro con mis jóvenes compañeros de oficina. Pero, del trato cotidiano con ellos, no logro deducir que le encuentren a la vida sentido alguno, ni que el asunto les importe, o les preocupe en lo más mínimo. Sus vidas e intereses parecerían reducirse a: fútbol para los varones (practicarlo o seguirlo, o ambos), tocar en alguna banda (en general también los varones), ir a recitales de bandas (cosa muy importante), escuchar música todo el santo día, ya sea con auriculares en la calle, o desde Youtube en la PC, ver el Bailando, tener algún auto medianamente presentable, y una 'novia', con la cual obviamente se convive, y se fornica (esto se da por sentado. Es como respirar. A nadie le pasa por la cabeza que se pueda salir dos veces con una mujer si acostarse con ella. Y lo mismo corre para las mujeres). De planes de 'formar familia' con esa novia con la que se convive, o tener hijos, no se habla. Se está junto, y se fornica, mientras 'la pareja' funcione.
Dicho esto, el sexo en todas sus formas es omnipresente en sus conversaciones. Y narran como cotidianos o casi, comportamientos aberrantes, que hace treinta años yo hubiera juzgado inconcebibles.
Viajar también es importante para ellos. El trabajo es importante en tanto y en cuanto les dé dinero.
Y acá el asunto se agota. La política les importa nada. Los planteos filosóficos importan nada. Las religiones monoteístas -particularmente el cristianismo- son, en el mejor de los casos, aberraciones indeseables y peligrosas, y en el mejor, reliquias irrelevantes que tienen impacto nulo con como vivir la vida. La vida eterna, lo que pase luego de la muerte, nadie se lo plantea. Y es de mal gusto mentarlo. Se puede hablar, eso sí, de espiritualidades New Age, poder de las piedras, y cosas así.
O sea, son gente que vive el instante, y que no tienen concepción alguna de un sentido y trayecto de la vida. No sé como podría ser un diálogo de estos muchachos con sus Yoes maduros o viejos. De que hablarían con su Yo viejo, que le preguntarían, si nada los inquieta. Si nada, en el fondo, les importa.
Todo se parece mucho a la sociedad que describe Huxley en 'Brave New World'.
Yo ni siquiera logro darme cuenta de como consiguen vivir así, sin preguntarse nada de nada, sin ningún marco de referencia, sin saber donde hay una frontera entre el Bien y el Mal. Y este vacío realmente me alarma. Porque los vacíos no permanecen vacíos. Se llenan. Con cualquier cosa, pero se llenan.
(De hecho, creo que muchos de ellos deben de tener en su interior una desesperación que no confiesan. De lo contrario no se entienden cosas tales como el consumo desmesurado de alcohol, la entrega compulsiva al sexo, la droga, y la violencia que me comentan que se produce en los lugares de salidas nocturnas).

Fuente: http://caminante-wanderer.blogspot.com.ar/2015/06/desde-una-almena.html

El Cristo de las Trincheras

Siete mil soldados cayeron esa noche: sólo quedó en pie, desfigurado, el Cristo de las Trincheras

Siete mil soldados cayeron esa noche: sólo quedó en pie, desfigurado, el Cristo de las Trincheras
La impresionante figura del Cristo roto, última imagen que vieron miles de guerreros portugueses antes de morir.

Cerca de Lille, casi en la frontera francesa con Bélgica, entre las localidades de La Couture y Neuve-Chapelle, se hallaba asentada la 2ª División de Infantería del Cuerpo Expedicionario Portugués.

Llevaban ya un tiempo en sus trincheras aquella primavera de 1918 y muchos de los soldados lusos se habían acostumbrado a rezar al Cristo clavado en una cruz de madera que, desde su enorme altura, llevaba cuatro años contemplando los horrores de la Primera Guerra Mundial en los campos europeos.

El fotógrafo Arnaldo Garcês inmortalizó a sus pies, en octubre del año anterior, a un soldado de los que guardaban la posición en tiempos más tranquilos y aún podían acercarse al crucero, situado en una encrucijada.



Diezmados por la artillería
Pero el 9 de abril se presagiaba un enfrentamiento total. Los alemanes, en plena ofensiva, se marcaron como objetivo ese lugar. Antes de que avanzaran los fusileros, sometieron a la zona a un auténtico infierno de fuego de artillería. Durante horas cayeron las bombas hasta reducir a cenizas Neuve-Chapelle, y no sólo esa localidad se despertó muerta cuando se levantó la nube de humo y polvo: allí yacían también los cadáveres de más de siete mil soldados portugueses.

Entonces empezó a perfilarse algo más: entre la tierra y las rocas levantadas, superviviente a llamas arrasadoras y a trincheras arrasadas, derruidos el crucero y la cruz, se erguía aún enhiesto el Jesús cuya visión postrera servía de consuelo a los moribundos. Aunque rotos brazos y piernas y llagado (de nuevo) el cuerpo a base de metralla y balas perdidas, el Cristo de las Trincheras, en apariencia derrotado, se inscribía en las mejores páginas de la historia militar portuguesa. Habían aguantado la posición cuanto pudieron, hasta caer casi todos, incluido el crucifijo que, con el tiempo, habían hecho suyo.



Los portugueses lograron reagruparse y mantener las líneas, y al hacerlo no se olvidaron de su divino acompañante. Como a un herido más, éste con las piernas y un brazo mutilados y un disparo en el pecho, recogieron al Cristo para llevarlo a un lugar donde pudiese ser conservado y venerado, y se mantuvo con ellos el resto de la batalla.

Lo sentían como suyo, y fue suyo

Cuarenta años después, quienes habían estado allí no olvidaban aquella imagen, y los soldados consideraban timbre de gloria haber combatido a su lado en la conocida como batalla de La Lys. Así que en 1957 el gobierno de Antonio de Oliveira Salazar se dirigió al gobierno deRené Coty y pidió que le fuese cedido para su custodia, pasando a ser patrimonio de la Liga de Combatientes y símbolo del patriotismo nacional.

La imagen llegó a Lisboa el 4 de abril de 1958, acompañada por ex combatientes y una delegación de diputados franceses encabezada por el coronel Louis Christian. Fue expuesta para la veneración pública cuatro días en la Escuela del Ejército, y su paso por las calles de Lisboa fue apoteósico.

El 9 de abril, tras una ceremonia de honores presidida por el coronel Santos Costa, ministro de Defensa, instaló en su ubicación actual, la sala capitular del majestuoso Monasterio de Nuestra Señora de la Victoria, más conocido como Monasterio de Batalha, donde una guardia permanente rinde tributo al soldado desconocido. (Ver abajo el vídeo del cambio de guardia.)

miércoles, 29 de abril de 2015

Oración de Aleksander Zacepa



El joven soldado se dirige a un Dios que no conocía, del que no le habían hablado. Pero en medio de la muerte lo había descubierto y aún sabiendo que su vida estaba en juego confesaba ya no tener miedo a morir pues había descubierto precisamente dónde estaba la verdadera vida.



Esta es la oración íntegra hallada en el bolsillo de Aleksander Zacepa:

¡Escucha, oh Dios! En mi vida no he hablado ni una sola vez contigo,
pero hoy me vienen ganas de hacer fiesta.
Desde pequeño me han dicho siempre que Tú no existes...
Y yo, como un idiota, lo he creído.

Nunca he contemplado tus obras,
pero esta noche he visto desde el cráter de una granada el cielo lleno de estrellas
y he quedado fascinado por su resplandor.
En ese instante he comprendido qué terrible es el engaño...

No sé, oh dios, si me darás tu mano,
 pero te digo que Tú me entiendes...
¿No es algo raro que en medio de un espantoso infierno
se me haya aparecido la luz y te haya descubierto?

No tengo nada más que decirte.
Me siento feliz, pues te he conocido.
A medianoche tenemos que atacar,
pero no tengo miedo,
Tú nos ves.

¡Han dado la señal!
Me tengo que ir.
¡Qué bien se estaba contigo!
Quiero decirte, y Tú lo sabes, que la batalla será dura:
quizá esta noche vaya a tocar a tu puerta.
Y si bien hasta ahora no he sido tu amigo, cuando vaya,
¿me dejarás entrar?

Pero, ¿qué me pasa? ¿Lloro?
Dios mío, mira lo que me ha pasado.
Sólo ahora he comenzado a ver con claridad...
Dios mío, me voy... Será difícil regresar.
Qué raro, ahora la muerte no me da miedo".

lunes, 20 de abril de 2015

“Rabí, ¿cuándo has llegado aquí?..Lo que Dios espera...es que creáis...! (Jn 6,28ss)

Cristo no da testimonio de sí mismo ni dice quién es ni de dónde viene. Él está entre sus contemporáneos como el que sirve (cf Lc 22,27) Aparentemente, sólo después de la resurrección, y sobre todo, después de su ascensión, cuando el Espíritu ya había venido, los apóstoles comprendieron quién era aquel que había estado con ellos. Cuando todo lo demás había acabado, no antes, ellos lo supieron. De manera que aquí vemos, creo yo, la manifestación de un principio general que se presenta ante nosotros a menudo, tanto en la Escritura como en la vida del mundo: No reconocemos la presencia de Dios en el instante que está con nosotros, sino después, cuando volvemos la mirada sobre los acontecimientos pasados. 


Acontecimientos agradables o dolorosos: no sabemos en el momento su significado. No vemos en ellos la mano de Dios. Si tenemos fe, confesamos lo que no vemos y acogemos todo lo que nos acontece como venido de su mano. Con todo, tanto si lo aceptamos con espíritu de fe como no, no hay otro medio de aceptarlo que la fe. No vemos nada. No comprendemos cómo puede suceder tal cosa o a qué sirve tal otra. Un día, Jacob exclama: “Todo se vuelve contra mí.” (Gn 42,36) Realmente parece que fuera así... Y no obstante, todas sus desventuras se habían de trocar en bienes. Considerad su hijo José, vendido por sus hermanos, llevado a Egipto, encarcelado de cuerpo y de espíritu, esperando que el Señor se compadeciera de él. Repetidamente dice el texto sagrado: “El Señor estaba con José.” ... Una vez pasada la calamidad, comprendió lo que en su momento resultaba tan incomprensible y dijo a sus hermanos: “Dios me envió delante de vosotros para salvar vuestras vidas...No fuisteis vosotros quienes me enviasteis a este lugar sino Dios.” (Gn 45,7) 


¡Prodigiosa providencia, silenciosa y no obstante tan eficaz, constante e infalible! Ella destruye las maquinaciones del diablo. Satanás no puede conocer la mano de Dios que obra en el curso de los acontecimientos.

Beato John Henry Newman (1801-1890), teólogo, fundador del Oratorio en Inglaterra 
PPS IV,17 “Christ Manifested in Remembrance”

viernes, 13 de marzo de 2015

La ciencia más acabada
es que el hombre en gracia acabe,
pues al fin de la jornada,
aquél que se salva, sabe,
y el que no, no sabe nada.
Lope de Vega

miércoles, 4 de marzo de 2015

Es la mujer del hombre lo más bueno.
Es la mujer del hombre lo más malo.
Su vida suele ser, y su regalo.
Su muerte suele ser, y su veneno (…)
No ha hecho el cielo cosa más ingrata.
Es un ángel y a veces una arpía.
Tan presto tiene amor como maltrata.
Lope de Vega

martes, 10 de febrero de 2015

Beato Luis Stepinac, obispo y mártir


En la aldea de Krasic, cerca de Zagreb, en Croacia, beato Luis Stepinac, obispo de Zagreb, que rechazó con firmeza las doctrinas que se oponían a la fe y a la dignidad humana, y por su fidelidad a la Iglesia, después de prolongada prisión, víctima de la enfermedad y la miseria, terminó egregiamente su episcopado.

Vida y Obra del Cardenal Luis Stepinac

El Cardenal Stepinac, fue la Cabeza de la Iglesia Croata durante el periodo 1934 hasta su muerte (1960), a partir de 1945 imperó el regimen comunista bajo las órdenes del Mariscal Tito, quien lo enjució y torturó para lograr poner a sus pies la voluntad del Cardenal, objetivo que nunca logró. El 8 de mayo de 1898 nace en un pequeño pueblo de croacia llamado Krasic, Alojzije Stepinac. Sus padres, campesinos humildes, lo educan en la verdad y en el AMOR A LA VIDA. Cuando era aún joven, Alojzije, decide consagrar su vida al servicio de Dios. Los tiempos no eran fáciles. Europa habia pasado la primera Guerra Mundial y todos conocian
el hambre, la desolación y la perdida de los valores fundamentales.
El 26 de octubre de 1930, a los 32 años de edad, Stepinac es ordenado sacerdote en Roma. tan solo 4 años después, es consagrado Arzobispo, con derecho a la sucesion para la ciudad de Zagreb. Asi se convirtió en el Arzobispo mas joven de toda la Iglesia en el mundo. Ese cargo lo asumió por mérito propio. Tenia 36 años pero se destacaba por defender los derechos de todos los que sufrian, sin importarle su religión, su bandera, o color de piel.
También se destacó como defensor de su patria, atacada por todos los frentes y todos los sectores. Durante la cruenta Segunda Guerra Mundial, protegió a los perseguidos y necesitados, levantando la voz cuando había una injusticia, sin preocuparle las concecuencias.
Dar de comer a las familias de su tierra castigada por el hambre, por defender su territorio, fue una preocupación de este hombre de Dios, pero que también conocía las necesidades de los hombres.
En 1945, ya terminada la Guerra Mundial, su nación fue incorporada por la fuerza a Yugoslavia, aboliendo todos los derechos humanos y obligándolos a renunciar a sus creencias
Comenzó así una nueva batalla para el jóven Arzobispo, que veía torturar a sus sacerdotes, maltratar a sus hermanos y destruir las escuelas católicas.
Para dominar a este pueblo Croata, fiel a su religión, el Mariscal Tito, le propone a Stepinac, que gozaba de gran prestigio, que se separe de Roma y forme una
nueva iglesia.. Le pide que forme la "Iglesia Nacional", dependiente de la autoridad comunista, dándole poderes y riquezas. Pero no pudo tentar a un hombre íntegro desde la cuna y que había jurado fidelidad al Papa.
No pudieron doblegarlo y tampoco pudieron callarlo ya que seguía denunciándolos       públicamente.
Entonces lo acusaron de colaborador nazi, formaron un absurdo tribunal e iniciaron un juicio que reprochó el mundo entero. A los defensores, nombrados por el gobierno se les otorgó seis días para examinar el caso. Los fiscales se tomaron mas de un año. A la defensa se le autorizó presentar 20 testigos de los cuales a 14 no se les permitió presentarse. Los fiscales tenían un numero ilimitado de testigos. La defensa no podía interrogarlos, pero sí los acusadores. A los abogados defensores se les permitió exponer sólo en 20 minutos, los acusadores tenían 2 días . A pesar de todas estas trabas se demostró su inocencia, pero leyes creadas especialmente para el juicio lo condenaron a 16 años de trabajo forzado.
La respuesta de Stepinac fué:"Yo se cual es mi deber.Con la Gracia Divina lo cumpliré hasta el final, sin odio contra nadie, pero también sin miedo a nadie".
Toda la prensa mundial condenó a los jueces y al gobierno. ¿Cómo demostrar que es culpable aquel que merece el elogio universal? Después se supo de varios testigos que fueron encontrados torturados y otros muertos. Entonces presionaron a su madre para hacerlo callar. Esta se dirigió al jefe de policia exclamando
¡Cómo el Arzobispo fue siempre toda bondad! ¿ Por qué presiona a mi hijo para que mienta? Cuando terminaron torturandola dijo entre llantos:"precisamente yo, tu madre te prohibo decir lo que te pidan. Piensa en tu alma y cállate, no digas una sola palabra".
Luego murió en un campo de concentración como mártir, silenciosa al igual que su otro hijo, hermano de Stepinac, que al dia de hoy permanece desaparecido.
El 29 de noviembre de 1951, el Papa Pio XII lo ordenó Cardenal estando       preso en la carcel.
Como seguía defendiendo a su patria y a los derechos de los pobres, y como no se lo podía matar porque toda la iglesia seguía su martirio, decidieron torturarlo silenciosamente. En la celda contigua instalaron unos aparatos de rayos x para radiarlo todas las noches y de esta forma debilitarlo poco a poco hasta provocarle una muerte dolorosa.
Siguiendo el modelo de Cristo, soportó sin odio todo su martirio, ofreciendo       su dolor por su pueblo.
Pudieron matarlo un 10 de febrero de 1960, pero no pudieron doblegarlo ni callarlo. Antes de morir declaró: "Al pueblo Croata en cuyo seno nací, he tratado de serle útil hasta donde me fué posible y ahora, en la hora de mi muerte, cuando las cosas se ven de un modo diferente que en otros momentos, le encomiendo encarecidamente que permanezca siempre firme a su Santa fé católica y fiel a la Sede Apostólica de Pedro".
Sus restos descansan, ahora en su patria, Croacia, en la Catedral de Zagreb a la que nunca pudo ingresar como cardenal, con un epitafio que reproduce sus propias palabras : "ODIAR LA INJUSTICIA Y AMAR LA JUSTICA, ESTO HA SIDO MI REGLA" .

lunes, 9 de febrero de 2015


Qui bibit, dormit; qui dormit, non peccat; qui non peccat, sanctus est; ergo: qui bibit, sanctus est.